Tu nombre
Yo no sabía que era el amor hasta que escuché tu nombre.
Como dulce agua de río abrió mi corazón y lo purificó. Estaba tan perturbado, tan solo en el mundo de la razón que cuando te escuchó supo en un instante su origen y destino. Oh mi querido señor, ¿por qué pasó tanto tiempo para poder saber de ti? Tanto sufrí, temí. Mi alma estaba rota e incompleta, nada tenía sabor hasta que probé tu nombre, tu prasadam, la misericordia de tus devotos y discípulos. Cada día, este diálogo en mi crece buscándote, a veces te encuentro en las sonrisas de los niños, otras más en los Mandalas, en los árboles y en el agua. No hay día en que no te piense, pero no estoy segura de ser digna de esta vida que me has dado. Me avergüenzan mis acciones, palabras y pensamientos. Por favor, nunca me alejes de tus pies de loto, de tus ojos de perla y de tu corazón.
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