Visiones I



La acarminada carne de salmón, la guarnición de puré de manzana y garbanzos que la acompañaban, el pan negro y casi tieso, la naranjada con agua mineral y sin azúcar que solicitaste tres veces me sirvieran, sin perder la paciencia, los trocitos de frutos rojos en una charola de chocolate amargo elegidos de último momento, el café turco. Las mentas entregadas a un lado de la cuenta. En casa, los últimos 100 ml de Amarula con hielo, un trozo de ate de guayaba con queso holandés y dos alkazelser en medio vaso de agua. Todo, absolutamente todo fue expelido como nieve salida de una máquina heladera en la taza del baño. Tu elocuencia con los meseros; aquella pareja de conocidos que nos encontramos en el restauran; el triqueteo que los gemelos de atuendos idénticos y de corpulencias injustamente distintas atizaban a la mesa de a lado, los chasquidos que su madre precisaba para que terminaran su comida rápido.

Las visiones de mí, desnuda, saltando de silla en silla y sirviendo personalmente los platos a los comensales, sus caras desencajadas y horrorizadas por mi acto ilógico, los jaloneos a los que el gerente y tú tendrían que someterme; tu pena, espanto y risa contenidas en la garganta. El largo silencio que nos acompañaría hasta la casa, tu hartazgo, mis pensamientos, tu rechazo, mi soledad, tu calma asfixiante, mis disculpas, tu silencio, mis ojos hinchados, tu sudor en la frente, mi dolor de cabeza, tus ojos definitivos. Mi ropa en la maleta.

Pujo un poco más porque sé que aún queda algo; quizá un poco del desayuno, las noticias no las digiero bien, por eso me gusta comer algo dulce antes de encender la tele o la computadora, o tal vez la disputa por el despertador; es difícil saber. Pujo por última vez y me estremezco al salir el último pedazo de la mañana, fétido y amargo, supongo que se mezcló con las mentas porque tiene pequeños trozos blancos. Siento que no está tan mal para salir de mis intestinos.

Cuando termino me acaricio el estómago. De nuevo tengo espacio para más mierda de colores, olores texturas, volúmenes, humores y momentos variados. Es como un borrón y cuenta nueva, volver a empezar, recontratación laboral, morir y nacer, matar y olvidar. Jalo la palanca, rechina; el agua inunda mi caca y ésta se convulsiona, salen burbujas de todos lados y en un remolino la mezcla de agua, pipi, mierda y un poco de papel de baño, se agrupa en un embudo asqueroso que se perfila al hoyo, ese umbral del que una vez atravesado no se sabe más nada.


Comentarios

Entradas populares