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Escrito en 2013. Apuntes 2.0
Desde hace varias noches no duermo decentemente; debo confesar que no es gracias a mis series de televisión preferidas, tampoco al delicioso sexo nocturno y menos por leer alguno de mis títulos favoritos . Si le busco y soy honesta sé muy bien por qué. El problema principal no es el sueño de hecho, sino los escalofríos al leer sus mensajes, pequeñas confesiones virtuales, sus preguntas, historias de su infancia y las comparaciones que hago de manera casi enfermiza entre ella y mi ex, son lo que realmente me tienen intranquila.
Pienso en la otra tarde, cuando dimos la vuelta por el centro rozando apenas nuestros dedos fríos y avergonzados. En cada paso que dábamos el viento revolvía los lugares y la gente, nuestras palabras y declaraciones; nuestros pasos y miradas.
Tu no parabas de caminar, eras como un pequeño roedor compartiendo sus atajos a un compañero perdido; así lo entendí y te seguí a todos lados. Improvisabas pequeños discursos, historias, chistes y anécdotas, y a cambio yo sonreía con los nervios colgando de los labios. Te diste cuenta, pero hiciste como si nada pasara.
Aquella noche mantuviste el control sobre todos tus pasos y palabras.
Te envidié. No podía creer que tu boca no temblara con mi mirada, que mi cuerpo no te incitara a mirar por debajo, que mi lentitud no te hiciera regresar algunos pasos.
Llegamos a una esquina y ahí, muy a mi pesar y bajo el cielo invernal de aquella tarde nos despedimos.
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