Basura
Basura.
Al cabo de algunos años y como le sucede a la mayoría de las cosas, terminaron primero guardadas en alguna caja detrás de alguna puerta, después en algún cuarto de tiliches y al final en la calle esperando al camión de la basura o en la casa de alguien que seguramente después de un tiempo terminaría botándolas también. Pero ahí no termina el viaje de mi basura. Como casi todos sabemos la basura llega a separarse, si no en nuestra casa, en el camión recolector o en los grandísimos botaderos de basura que se encuentran casi siempre a la orilla de las ciudades, ahí toda la basura aun mantiene cierto valor y su vida inútil apenas inicia. En un planeta lejano nuestros desperdicios, recuerdos, sobras, triques y tiliches viven en espera.
Qué le pasa a esta computadora? Antes sólo abríamos la libreta, tomábamos una pluma o lápiz y nos poníamos a escribir; aquel acto no tardaba más de cinco segundos, pero ahora es diferente. En cuanto piensas algo, estés donde estés en la posición que sea, en vez de estirar la mano y tomar simplemente la libreta, tienes que incorporarte e iniciar la perezosa tarea de caminar en busca de la computadora. Y es en ese peregrinar que las ideas de lo que quieres escribir se dispersan como dientes de león, todas las palabras, su forma y sentido, entran en caos y toman sentidos distintos al inicial. Por si eso fuera poco cuando abres la computadora te das cuenta de que ésta no tiene suficiente pila o se quedó pasmada por las ventanas que dejaste abiertas en la sesión pasada. Pero vale, le tienes paciencia a este montón de teclas y superficies plásticas y con toda tranquilidad esperas a que el documento del Palabras se abra.
El trajín no termina ahí. No sólo es hacer click en el documento sino que además debes especificar el tipo, el diseño, tamaño etc… Para este momento las ideas no sólo pululan por todos lados sino que el tema de lo que querías escribir se tambalea como una copa de cristal a la orilla de la mesa. Pero ya está hecho, el documento se ha creado y el blanco impecable de una hoja virtual suspendida en un gris deslavado te declara la guerra.
Yo siempre he sido pacífica y no suelo ser contestataria. Además todo este divagar trajo de regreso una de tantas ideas que se me fueron por ahí. De vez en cuando las ideas regresan, y cuando lo hacen vienen como un latigazo cálido y mortal. Recordé que estaba recordando y en mis recuerdos pude ver un pequeño esbozo de la cantidad de basura que a lo largo de la vida ha pasado por mis manos. Por supuesto que antes no fue basura. Fue por ejemplo, un castillo de plástico con calcomanías que imitaban los muebles y ladrillos clásicos de un castillo medieval; un conejo blanco con orejas de tela rosa y azul; una bolsa transparente con liquido de colores y diamantinas sellados en cada lado; un conjunto, quizá el primer conjunto que me gustara de niña, una falda tableada con un suéter rosa mexicano; una cajita rectangular de madera, supongo que era de puros o algo así, en la que guardaba mis lápices de la secundaria, mi bata de laboratorio que decoré con la letra de Imagine y algunas figuritas del submarino amarillo.

Realmente me cuesta pensar que la basura y nosotros cabemos en un mismo lugar y por eso le he destinado otro planeta ¿de acuerdo? Obsérvese la negación. Lo sé. En ese planeta las telas, resinas, pelusas, cierres, tapas, botones, discos rotos, vidrios, plásticos y papeles que alguna vez fueron artículos nuevos permanecen aislados de nosotros, de nuestros recuerdos. Llevan una vida secreta y distante de nosotros, quienes los compramos, usamos, a veces d
esperdiciamos, regalamos y desechamos.
Mi basura está tan lejos de mí que ahora la extraño, por más que lo intento, sólo logro recordar algunas basuras, pequeños vistazos de otros años con otras basuras. Entonces pienso en la falda rosa, en el castillo de plástico y los imagino rasgados, sucios, maltrechos en algún lote baldío o casa abandonada siendo carcomidos por el tiempo, el pasto, los roedores y mi miserable memoria.
Es hora de guardar, porque no sea que este bueno todo esto que escribo y mañana, cuando me levante y quiera sentirme alguien capaz de escribir como piensa, pueda leer esto. Mas vale que lo deje sobre el escritorio. Ese lugar que realmente no es de no ser por su apariencia en mi mente. Lo dejaré esperando a lado de la carpeta de “Mi galería”, ojalá se conozcan y se lleven bien mientras vuelvo a usar esta mierda de computadora que de un tiempo para acá se ha apoderado no sólo de mi, sino de mis cuadros preferidos. Mierda mierda mierda.
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